Cómo escribo sobre videojuegos siendo un inmigrante que no puede jugarlos

Cómo escribo sobre videojuegos siendo un inmigrante que no puede jugarlos

Les describo mi vida como un entusiasta y escritor de videojuegos que no juega títulos AAA.

En esta misma página web, solía hablar sobre todos los grandes lanzamientos de videojuegos a medida que salían. Así era en 2009, cuando aún vivía en casa de mis padres en mi país natal, Panamá, y tenía un trabajo con un sueldo decente que me dejaba disfrutar de mi afición favorita.

Como vivía con mis padres y no tenía que preocuparme por pagar gastos como el agua o la luz, o hacer supermercado, jugaba a todo o que se me antojara, si no el primer día, al menos durante su semana de lanzamiento.

No gastaba dinero en discotecas o tratando de impresionar nenas, pero sí hacía locuras para asegurar que podía jugar el título más cotizado del momento. Una vez me tiré al otro lado de la ciudad en carro a través de una tormenta para comprar dos copias de Modern Warfare 2 en Albrook Mall. La segunda copia era para un amigo que estaba trabajando y tenía miedo que se agotaran las unidades.

Diez años más tarde estamos en 2019, donde llevo cuatro años viviendo como migrante en Barcelona. En octubre de 2015 vine aquí como estudiante para completar un máster en motion graphics y, con el tiempo, pasé de unas prácticas modestas a trabajar en hostales, haciendo tours en bicicleta y atendiendo el teléfono en un call c the.

Esta ciudad, mi estilo de vida e incluso las relaciones que he forjado con el tiempo han cambiado, pero mi pasión por los videojuegos siempre ha estado ahí. Me encantan los videojuegos, pero, como suele ocurrir cuando uno se muda solo a un nuevo país, también estoy limpio. Disque, limpio limpio.

Adoptando lo portátil

Cuando llegué a España, jugaba principalmente con Sandra, una MacBook Pro de hace 6 años, y mi Nintendo 3DS, alternando entre éxitos indie como Enter The Gungeon y Shovel Knight mientras me perdía en RPGs épicos como Dragon Quest IX. No era a lo que estaba acostumbrado, pero los juegos eran increíbles, así que no importaba que no fueran colosos AAA exclusivos de PS4.

Dos años después de mi llegada a Barna (así lo llamamos aquí los modernitos), la Macbook se me estropeó y, aunque pude revivirla, una de sus tarjetas gráficas no logró volver del más allá. Por eso no he vuelto a mis cuentas de Steam ni de GOG desde entonces.

Mi querida Sandra es la máquina que uso para escribir estos posts, editar vídeos en mi canal de YouTube y terminar de editar mi libro. No es poco lo que hace por mi esta nena, pero aun así echo de menos los buenos tiempos.

Con el tiempo, dejé de usar mi 3DS porque ya no podía permitirme comprar juegos en la eShop. Incluso los juegos de segunda mano se salían de mi presupuesto o, peor aún, estaban traducidos y doblados al castellano.

Sin ánimo de ofender a mis lectores hispanohablantes, es solo que mi español latino tiene mucho mejor sabor.

Adoptando el streaming

Así que, sin consolas ni una computadora adecuada para jugar, opté por mirar en vez de jugar, ¿y saben qué? Resultó ser que, en 2017, podías mirar a alguien disfrutando de un videojuego y sentir que estabas parkeando con amigos, tomando una cerveza y riéndote de sus chistes. Todo sin enviar ni un solo texto.

Entre diciembre de 2016 y mayo de 2018, lo único que hacía cuando me entraban las ganas de jugar videojuegos era mirar a otros afortunados en Twitch o YouTube para poder vivir indirectamente a través de ellos. Pero no era solo por entretenimiento. En muchos aspectos, canales como Games Done Quick, Beat ‘Em Ups y Gibi ASMR se convirtieron en compañía amigable, ya que no tenía dinero para salir de copas o incluso muchos amigos con quienes salir.

Aunque suene triste, no fue una mala experiencia en absoluto. Aprendí mucho de los streams, no solo viendo a jugadores de diferentes niveles explorar títulos nuevos con el mismo interés, sino también presenciando cómo estos nuevos mundos se abrían ante mí con una calidad mucho mejor de la que jamás podría haber jugado en esa etapa de mi vida.

También descubrí que podía ver un walkthrough de un juego sin comentarios y luego hablar de la experiencia con mucha más propiedad y precisión que cualquier reseña escrita. Ver streams con el único propósito de observar me convirtió en una esponja de detalles.

Por ejemplo: hice un vídeo de 10 minutos del remake de Resident Evil 2 sin haber jugado ni un solo minuto y, con 189.000 vistas, sigue siendo mi vídeo más grande de YouTube hasta la fecha.

Te lo digo, no hay nada más frustrante que ver a alguien sufriendo en un nivel mientras que el objeto que podría salvarlo está tirado a un paso de la pantalla. “¡Solo tienes que moverte a la izquierda!”, murmuraba a veces frente a mi portátil, por el gusto.

¿Será que no podían ver el objeto porque la pantalla estaba demasiado repleta de cosas? ¿Quizás el objeto no era lo suficientemente llamativo? ¿Quizás su ubicación podría haber sido mejor al diseñar el nivel?

Reflexionaba sobre estas preguntas e incluso a veces miraba varias partidas del mismo nivel por otros streamers, solo para contrastar.

Adoptando el ahorro preciso y consiguiendo un Switch

Finalmente, las cosas empezaron a tomar forma. En mayo de 2018, por fin pude comprar un Nintendo Switch y una copia de The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Había ahorrado durante meses, sacando lo máximo posible de mis trabajos de diseño freelance.

¿Recuerdan cuando dije que había sido guía turístico en bicicleta? También hacía eso a cambio de una cama en el sótano de un hostal. Sí, un sótano. Sin ventanas, sin acceso al mundo exterior, con el sonido latente de las tuberías en el techo, jarras de un galón que debían vaciarse periódicamente del agua que los deshumidificadores recogían en el aire. Disfrutar de los juegos es un montón de cosas y todas cuentan

Después de dedicarle unas buenas 150 horas a BOTW, mi galería se ha llenado de todo tipo de juegos, tanto grandes (Super Mario Odyssey) como títulos no tan grandes pero igual de fantásticos (Hollow Knight, Lumines Remastered, The Friends of Ringo Ishikawa). ¡Incluso volví a Enter The Gungeon y le he dedicado otras 120 horas!

Si no hubiera considerado la compra de un Switch como una opción realista, habría encontrado la manera de jugar en un salón recreativo, con el Switch de un invitado, en el apartamento de un compañero de trabajo o en algún juego gratuito en mi teléfono. Cualquier cosa. Lo que sea. Incluso en pequeñas cantidades, un día a la semana, habría sido genial. Los videojuegos eran algo para anhelar y eso me daba esperanza.

Hoy en día, sigo viendo streams a diario y, aunque dejé de escribir en este blog por un tiempo (para poder seguir escribiendo un libro, les recuerdo), mi amor por los videojuegos no ha desaparecido. De hecho, me motiva. Espero con ansias el momento en que pueda comprarme un buen televisor 4K y una PS5 o Xbox One X para poder sumergirme en mi enorme lista de juegos sin jugar.

Mientras tanto, sigo leyendo las noticias diarias en varios medios como Kotaku, Polygon y Gematsu. Sigo a muchos desarrolladores y escritores en Twitter (el hashtag #screenshotsaturday está pasado) y escucho podcasts como Waypoint Radio y SplitScreen mientras camino al trabajo o cocino.

Da miedo ver cuánto ha cambiado el panorama en tan poco tiempo. Hace menos de diez años, mi decisión de viajar mochileando y convertirme en inmigrante me habría excluido por completo de la comunidad gamer, pero a medida que el medio evoluciona, también lo hacen las formas de disfrutarlo.

Puede que no sea un jugador ‘core’ en el sentido más purista, pero mi esperanza es que, observando y manteniendo el interés en la industria de los videojuegos, pueda volver con todas mis fuerzas a jugar a medida que mi vida en Europa mejore. Lo que sí sé con certeza es que seguiré escribiendo sobre videojuegos en el futuro próximo, sin importar dónde esté, adónde vaya o cuánto dinero lleve en los bolsillos.

Publicado originalmente el 16 de octubre de 2019.


Suscríbete
Notificar sobre
0 Comentarios
Más votado
Más recientes Más Antíguos
Sugerencias
Ver todos los comentarios